Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

martes, 10 de abril de 2012

La función


Y cuanto más no sé cómo hacer, más desapareces. Cuanta más cuenta me doy, más me anclo en el presente; más rompo las cadenas que me ataban atrás, hacia atrás, al contrario que avanza el reloj. Más libertades y sueños anclados al futuro, que es el único lugar donde tienen cabida, en donde pueden instalarse sin el proceso de oxidación que implica el paso del tiempo. Allá en donde viven libres los ojos alados, las ganas flotantes, las ideas perversas y retorcidas que cobran vida con ardor, con afán, con sentido y sin lógica, sin mentes que las aten con cuerdas forjadas en metal. Sin tener que doblegarse, sin agacharse ni inclinarse, sin arrodillarse ante nada ni nadie. Sin un ser superior sin razón. Nadie merece que te quites el sombrero si no quieres, sin estar bajo techo; que te subas la falda o te bajes los pantalones si no te palpitan los oídos a punto de estallar de las ganas. Sigilosos. En pausa. Sin nada que añadir.
Mi voz estaba vacía y la tuya no tenía eco, pero era más fuerte. Tenía más vida. No eran nuestras voces, de ninguno de los dos. Golpes fuertes e improvisados con ruidos extraños y eco a silencio. Gente que habla más de lo necesario y prostituye sus palabras sin un motivo real. Vidas públicas huecas; sin resonancia, sin caja para sonar. Con problemas expuestos a ojos inocentes sin hilo umbilical. Ombligos sorprendidos que callan para escuchar. Tetris inhumanos a base de pudding de letras de chocolate. Bienvenido, llegas justo para el postre. Rompecabezas que no tienen solución; exposición de cacofonías innecesarias mientras se espera un autobús.
Ese tipo de contaminación auditiva existente que se acerca pero que, a la vez, te trata de usted. Esa extrañeza que no se silencia. Oídos ajenos violados impunemente con quejas que son carencias interiores. Todos tenemos algo de transparencia; unos lo enmascaran mejor, otros lo exhiben muy mal. Dicen que escuchar sin permiso está muy feo, pero no se respeta hoy en día el derecho a mantenerse aparte, solo, en uno mismo. No, no te quiero oír, no me obligues, no me estás respetando. Semáforo en rojo, presta atención; sé elegir por mí misma, quiero y puedo. Deje usted de violar mis oídos, vuelva usted mañana. No abuses del poder de la palabra. Respétate un poco. Quiérete más.
Intimidad desconocida, o desconocidos íntimos. Ya no lo sabes, se os han enredado las palabras y los dedos dicen lo que las bocas llevan rato queriendo morder. No sabes de qué va el libro pero te carcome la curiosidad por el capítulo siguiente. Consulta primero con Morfeo en la mañana al despertar, nada más sientas alejarse sus brazos. Sigues sin saber donde estás y a dónde vas. Corre la cortina, ya estás sobre el escenario. Que empiece la función. 


Texto: DICIEMBRE 2011

4 comentarios:

  1. "Deje usted de violar mis oídos, vuelva usted mañana." ... Has puesto frase al sentimiento que tantas veces se me aparece y no se cómo nombrar.

    ¿Te he dicho ya que ese autorretrato es precioso?

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    1. No sé por qué se me pasó contestar... Miles de gracias y de besos :)

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  2. Muy bueno señorita. Así da gusto leerse un blog.
    Un beso!

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    1. Se me piró decir: ¡Millones de gracias! Ahora a volver a publicar poco a poco... Quitando el polvo a muchos textos de invierno que ya llegan. Un abrazo :)

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