Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Necedades

Muradas, Ourense (Marzo - Abril 2010)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Lo conozco perfectamente. Lo sé. Ser una contradicción también duele. Pica la piel, la desgasta, la corroe, inquieta sus ansias sin esperar por más. Pero tus ganas de vivir permanecerán ahí. Inmortales. Tus ganas de echar a volar, de huir, y de seguir corriendo. Te arderá el corazón todavía un poco más, con los continuos vómitos del alma encerrada en tu campo magnético. Tus electrones eternos, que se resisten a abandonarte. Eres su morada preferida. Ladrando y corriendo se llega a algún puerto, en este caso a dos y muy concretos: uno un poco al sur, otro más al norte. Los golpes violentos del viento del mar serán tan bien recibidos... Inclinarán el sentimiento a la decisión. Digno de ser vivido. Pero cabe esperar, como oí una vez, desnudos, despojados de todo.

Allí estabas. El suelo frío, la espalda contra la pared. Aún te quedaba un rato para montar en el tren. De una vez, aprende a pensar en ti. Aprende a no dar tregua a ilusiones menoscabadas, desintegradas, en una lucha por tu propia vanidad. Que no se quieren instalar, que no se dejan dominar por amueblarte aún. Indomable resistencia oponente, consciente. Así es como te cuidas... Siempre la espalda desprotegida y el corazón en carne viva, esperando la transfusión ausente en la necedad de la ilusión. Y creer que siempre lo consideraste tu peor defecto, si bien nunca dejó de ser el más vivo, el más llamativo pero también escondido. Aquel que, cuando alguien quiso observar, tú permitiste el goce de ver. Ahora sácalo otra vez, demuéstrate a ti misma que no has cambiado, que a voz en grito y a violencia en llanto no te gana nadie, y con voz entrecortada y parpadeante serás cada día más tú que nunca. Sacarás a la fiera, quieras o no. Suena demasiado bien echar a volar...

Es la fe, no lo demás. Ya no son ganas ni fuerzas, no hay como creer en algo para llevarlo a la práctica. Creer en algo lleva a su cargo los costes adicionales, los elementos necesarios. En tiempos de crisis de fe, de ilusión, las carencias arrancan la carne. Algo te arranca la piel. Tiembla tu pulso, y no es por temor. Es el turno de la crisis de los principios elementales para sobrevivir, inconformismo fiel, idealismo vivo, sangrante, hiriente moralmente. Hasta los puercos putrefactos según Dalí, los carnuzos aragoneses, sienten. Y prefieren esperar, aun muertos, sobre pianos de cola. El último aliento de tu voz, con o sin sentido, es para ti. Aliento que aflora y que mata tus crisis nerviosas.


Texto: JUNIO 2010

sábado, 26 de noviembre de 2011

A fuego

Muradas, Ourense (Marzo - Abril 2010)

Tu espalda negra me impedía la visión de las caricias de tu mano derecha sobre el blanco y el negro, pero justo al final, cuando llegó el momento, sacaste la mano para dibujar la última nota. Fue entonces cuando me miraste. 

Aquella mañana vi el pesar en tus ojos perdidos. Sí, evitabas. Déjalo convertirse en pasado, en reminiscencia, en ceniza, en polvo. Permítete convertirlo en recuerdo sin disfrazarlo para respirar, para dejar caer las lágrimas escondidas que aún se hallan dentro de ti. Date el lujo de desbordarlas por ti mismo para controlar el siempre presente caos. Regálate olvidar el dolor. Piensa en ti. Si me tienes paciencia… Juro retener el dolor contenido en tu boca mientras me lo consientas, cuidarla, quererla. Poco a poco aprenderé desgarrando lo corrosivo de tus angustias, mordiendo la acidez de tus ideas.

Más. Tu pecho volverá a ser cenicero de mis sollozos nocturnos mientras me permitas desincrustar mi miedo inherente a la piel, las balas instaladas en mi carne y que no constataba ya por habérmelo permitido yo. Y en tu abrazo mecerá el balanceo del mar los despojos de mi cuerpo, que decidí cuidar sin resultado pero con satisfacción, como hago contigo al desvanecer unas veces en la luz, otras contra la pared. Lograste cercar mi vacío cuando quise hablar sin voz. Siento que lo encontraras en tan mal estado, no se me da bien la conservación pero mis odios, lejanos y tediosos, se despiden desde el alto horizonte sin mirar atrás. Se van traicionados y usurpados tras perder su fuerza, carnívora y destructiva, que tanto consentí sin aullar. Siempre mencioné mis ansias mermadas en detrimento de mis odios deseados, y ahora ya no me siento capaz de establecer relaciones entre mi antes mí y mi ahora yo.

No cruces tampoco para echar la vista hacia delante, que te intrigue hallarte en su poder. No quisiera girarme desde la ventana de atrás. Todo aquello que se muera por salir de ti acabará ahogándote, si bien dosificarlo también es estallar. Muévete pronto y que tu garganta exhale murmullos sin atropellarte. Es todo lo que no pensé encontrar en unos ojos sin complejos. No grites si no quieres, tan sólo vive y que te recorra lo que no sabes si prefieres no escuchar. No, no te oyes, pero suenas demasiado fuerte, deberías prestarte más atención. Tu ritmo en mi escéptica intuición al volver a chocar contra mis muros aplacará, suavizará mi sed. Llegó la repercusión, es hora de gravitar. Permítetelo. Vive.

Sin embargo, hoy no me reconozco; hoy con el primer azoramiento real en plena división con el ideal, de la voz, de las palabras pronunciadas. Letras que son reales. Creo en ti. La añoranza del segundo en que ríes y disfrutas justo en el instante siguiente no significa que… No. Tú lo sabes. Saborea la multiplicidad y la multiplicación, que el doble sea siempre mejor dentro de la revalorización consciente de tu intimidad, en lo susceptible del nudo en sí. Contrólate, aunque sepas que no lo puedes evitar. Gírate, no dejes que te vea. Baja la vista, húyeme. Yo también lo estoy pensando. Aún no es el momento del puzzle, de la sospecha que invade sin existir. El sol te ayuda a comenzar, a asumir y a tragar para facilitar la digestión, para que no te siente mal, para leer. Para poder. 

Dormir lo cura todo: no tienes excusa consciente para ti, no para hoy. Ahora detente en tu terraza con el sol de poniente; los ojos cerrados. Mírate. Siente el horizonte ferviente. 

Al menos te queda el orgullo de haberte reafirmado en tu esperanza, algo que sí se había convertido en asunto personal. Respira. No somos tan fácilmente sustituibles.

Texto: ABRIL 2010

Cuenta atrás

Generalife, Alhambra. Granada (Noviembre 2009)

Era jueves, antes del sacro sermón del loco, uno de estos meses en los que llueve. 

Haces fuerza por avanzar, y el dolor se hace aún más latente sobre tu piel. Controlas la respiración, pero llueves. Meses en los que el agua causa estragos, hace estropicios, necesita de estropajos. La lluvia sigue siendo necesaria a pesar de desbordar tus cables y electrocutar los ríos. Ya ahogados los ojos de Al-wadi Al-Kabir, sufre García Lorca cada día. Te oye insistir, quieres escucharle en boca de Marta otra vez. Los ojos árabes se restablecerán tras la inundada ceguera, desbordada, de la caída del agua. Meses que son crisis, convivencia, necesidad de llorar ante una historia ajena vivida desde dentro. Hay casas ajenas que significan hogar. Los monos, mis hermanos; tu jungla, mi nido. No me estás viendo. ¿Me ves? Entre naranjos y olivos.

No razonaste entonces las decisiones a la deriva que se encapsulan en verdades escondidas sin pensar ni querer, posponiendo y materializando ahora que juras la siguiente declaración. Vigésimo primer mandamiento en el vigésimo primer siglo según la decisión de un pobre ser humano acerca de regir nuestra era occidental: "No vivirás sino hechos, dentro de tu elección, que después nunca sientas, necesites o pretendas olvidar. Siempre con la vista al frente, rígida, hacia delante; y bajo juramento dices cumplirlo y guardar tan sólo para ti esa lista de «Ne Pas Oublier» bajo llave". Vigésimo segundo mandamiento: "No olvidarás. Nunca máis". Tampoco el Thames sustituirá a tu Guadalquivir, tampoco al Tormes, que fue primero, ni al Segura, más cálido; ni siquiera al Manzanares, de nacimiento, o al Júcar, de adopción. Vigésimo tercer mandamiento: "No te desdecirás. No hables ahora si te ves capaz de perjurar; reconoce que hablas demasiado". Las damas no escupen. Ahora participa de tus oídos, analfabetos e incultos. 

Era jueves y le oías entre el gentío, entre las máquinas preferidas de los futuristas italianos, tan perfeccionadas en esta era que ni tan siquiera Marinetti lo hubieran imaginado a principios del siglo pasado. Su melodía te desea una buena mañana antes del sermón menospreciado, a tu entender, de otro ser existente nunca digno de olvidar: ese loco. Comienza tu afonía, pero no necesitas hablar. ¿Me ves? Eres ese saco de cosas a no olvidar, que se desdice de sus propias palabras. "Paroles", reza el título de uno de tus poemas preferidos de Prévert. Palabras, tú, las tuyas; tus palabras. Escaleras futuristas mecánicas. Su voz suena distinta por el diferente medio de comunicación empleado, pero se oye desde tan cerca y es tan tranquila... quedando tan lejos de aquel ritmo variable y tipo rollercoaster que habías imaginado. Lo único que se debe saber de ti es que duermes con un hipopótamo y que te cuesta hablar.

El olor a retales de seda proveniente de Bombay, regalo de sus manos, un apoyo a tu libertad, te obliga a la comunicación directa con el exterior. Los ragas de Jogeshwari provenientes de las sagradas manos de Ravi son tu fármaco desde que empezaste a amarlo gracias al pelirrojo. Te gustaría pensar en tenerle más cerca dentro de apenas unos meses.

Hace tiempo que no hablas de tu perdurable condición antialtruista, pero te reafirmas en tu postura; ya has comprobado que las consecuencias tampoco son siempre beneficiarias y positivas, que a veces se pierden entre llamas. Vuelves a pensar, recuerdas tus sacos de pulgas granadinos, callejeros y a la vez palaciegos, nazaríes, ágiles y esquivos, huraños e irascibles como tú, que corren mejor suerte al solo pensiero di… Olvídalo. Los tiempos cambian. Qué tan distinta España contemplaron los ojos de Irving doscientos años atrás.

Desde entonces te presentas así, como eres: un saco roto donde almacenas trastos no tan viejos, a pesar de tu gran sentimiento diogénico. Sólo te falta un barril como su pithos, y sin embargo no sabes qué más necesitas para vivir. Tu ideal cínico de autosuficiencia es demasiado irreal, pero aún así… “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder sin Manes?". Sí, los idealistas no tienen cabida en este mundo, pensaba que lo habías entendido ya, pero volverán tus sueños a ser sueños, y tú volverás para volver a volar como una oscura golondrina. Y pasarán en balde los días y nunca hablarás de más, mirando en derredor, callando y riendo, mirando; observando impertérrita el no detenerse, el no mirar ajeno. ¿Acaso no se ve, como a ti? ¿Y las carencias ajenas? ¿Se ven en pos de las propias o como simple consecuencia? Volverás cuando aprendas a mirarte mejor, como él, cuando desaprendas a involucrarte, pero ¿desaprender u olvidar? Recuerda tus mandamientos... Hamlet nunca te pareció menos consciente de estos valores retorcidos y retóricos. Nadie había pensado nunca así, ni siquiera tú. Piensa como él.

Niebla, de tus manos a las mías. Niebla que te cuelas entre los dedos, en mi centro, en mi fijeza. No tiembles, no temas. Niebla. Vuelve, por todo lo que nunca te diré. Vuelve un día, vuelve por mí, porque yo volveré también. 


Texto: MARZO - ABRIL 2010

viernes, 25 de noviembre de 2011

Voraz

Generalife, Alhambra. Granada (Noviembre 2009)

Sobre la sintonización: por algo que me deje fuera de lugar. No quisiste entender mi decisión pero sí, hay ciertas cosas imposiblemente comunicables. No, y punto. Frente a tu primavera yo sólo soy un nudo. Yo, reminiscencia de camino abandonado pero transitable. Involuntariamente reflejado en tu mirada fija, nunca desviada. Tú. Nunca inhóspito, tampoco impoluto en las insostenibles infraestructuras nocturnas, sujetas a cambios nunca moderados. Lo que hablemos será censurable, pero confesable. Insalvable e irrecuperable: las crisis son así de impuras. No me mires de esa forma: me hicieron así, yo no tengo la culpa pero tú muérdete las ganas que yo no pude sentir infames. Ya sabes, éste de aquí a veces se queja, a veces late, lleno de pelusas y decorado con polvo. Tú sigue a tu ritmo tranquilo, pasivo en tu quietud, en tu victoria por una indiferencia nunca anónima. Injustificada y sin causa, sin explicación como tú, sin pillarte los dedos de las manos con ningún cajón ni atrapar el vano hilo de tus palabras al cerrar la puerta sin intimidad.

Cada vez me asusta más el mundo de afuera; asolado, desolador, perfectamente terrible. Concedo así el valor de lo perecedero a ese impedimento, razón que por alguna insensible sensación te causa el rechazo. Quise soñar con la grata pérdida de electrones que nunca se me hubiese podido ocurrir a mí. Gracias. Dejarse llevar no sonaba tan mal siendo para ganar en positivo, para posar mis ojos sobre ti. Algún día creeré a ojos cerrados, a manos a tientas, a oídos sordos en alguien como tú, que seguirás sin sentirme en este mundo de hombres mudos donde sólo yo oiré mi voz, aislada entre muros.

Puede que no sea mi momento para vivir. El mundo sonreiría más de haber carta blanca, autoasignada propiamente, para decidir cómo es nuestro momento según nos gustaría que éste fuese. Tú no dejes que te llegue el efecto dominó, que te arrastre, que te cause dolor: no has de caer porque nadie caiga antes que tú, no te permitas formar parte de la cadena aunque corran malos tiempos para la lírica. No te pregunté al tomarte prestado pero el individuo absoluto, como ente distinto, debería tener sensación de la brutal consciencia que suponen estos robos reales, realizados como expurgatorio. Se rompen mis puertas blindadas porque también tú sientes la necesidad de limpiar, de acabar con, de tirar, de desechar. Este poder nos iguala en cuanto a instinto animal, es el recordatorio a la mirada salvaje que nos llena por dentro.

No deja de tener gracia el constante movimiento, las continuas metamorfosis, las ansias dormidas, las ganas cansadas y el alma encogida, apenas contenida en el cuerpo. No debiste escucharme, no era más que metafísica; hilos de voz sin preparar que no se comparten con nadie. Eran sólo añicos de objetos perdidos. Flotaré como nenúfar que no piensa, que tan sólo flota, como ave de paso que vuela, que pasa planeando, que planea sin pensar, sin planearlo. Como ave voraz desigual, con desinterés animal, siempre con pequeños pretextos que no pasarán de viles excusas para que no pienses más allá, para que no cometas el error de tu vida. Para que no recules, no descorras el camino recorrido, no borres tus pasos sobre la arena; para todo eso mi hazaña. Para ti, para que no te equivoques con mis planes, mis sueños, mis intenciones. Conmigo. Pero no te conozco.

Espera, te indigestarías conmigo. Implántame tus ideas, injértame paz por los cuatro costados en este cuerpo estropeado. Créame y créeme por mí misma: no quiero ser otra. No es este lugar, es este no sentir frío en la piel de los momentos con nadie en que nunca predomino yo, en los que oigo risas ajenas y siento terrible cómo suena la melodía voraz de mi vacuidad interior. Inaudible para ti.

Yo, tan fuera de mí, de mi sitio, mi escondite inquebrantable, espacio inviolable, inolvidable, mi lugar, mi esquina, particular apartado; y tú con otra persona dentro. Curiosidad, que te cuelas en risas risueñas; y mientras tú muges a mí me toca rumiar. Vuelvo desecha, sin ganas, descompuesta, vomitando palabras, sin mirar hacia arriba, dando cabezadas, dejando que me cale la lluvia; sin más ni fuerzas. Sin confiar en mí. Vuelvo a mi sitio, espacio acorazado, vuelvo a mi cama sin tus manos, que ya no acarician mis labios, sin mi lengua saboreando tus dedos. Volveré a ser yo sin tu abrazo desnudo, abierto, escondido y resguardado, guarecido en tu espacio, sin imaginar ese ventanal inmenso con vistas a ninguna parte en tu pared. Sin buscar luz ni ruido habrá paz entre mis piernas, caminando despacio con el estómago encogido, dejando atrás tus arañazos y mis heridas más profundas. Olvidando mi vulnerabilidad desnuda. Y dejaré de morder tu carne poco a poco hasta que te quedes dormido, de acariciar tu piel mientras te estremeces en mis oídos...

Dentro de poco. Cuando yo entienda a mis ojos tú hallarás tu salida al exterior.

Texto: ENERO 2010

Dada

Museo Arqueológico de Córdoba (Noviembre 2009)

No temas, entiéndelo, tan sólo es la necesidad de un espíritu desenfadado, de parar la ebullición de mi mente y descongestionar mis nervios. Yo no sé escribir, simplemente escupo, disparo. Me apasionará siempre deleitarme contigo en mi propio gozo; tú, te, a ti, de mi propiedad, y pensar que nadie pueda posar sus ojos sobre ti, que nadie pueda calumniarte, infligirte daño alguno, y no pensaré que pueda terminar vendiéndote, como Poussin a Gillette, y después avergonzarme por haberte prostituido por un trueque, un mero intercambio infructuoso, por un secreto personal ajeno que no sabré comprender ni apreciar al estar cegada por la búsqueda de la obra perfecta. No me percataré de lo más importante, dejaré escapar el momento, y mis pupilas no valorarán lo entonces desapercibido. No me fijaré en el cambio de mentalidad, en lo que significa la consciencia de la aparición del arte contemporáneo en la mente del artista dentro de sus frustraciones, de sus pasiones y dentro de su locura. 

No me gustaría estar en ese pellejo y no verlo ni sentirlo teniéndolo delante de mi estupefacción visible. Me alegra la inexistencia de esa obra perfecta que echaría por tierra todo el esfuerzo sufrido, todo el camino recorrido, toda la búsqueda interminable. Me seduce su imposibilidad de lo perfecto para poder seguir creyendo a ojos ciegos que el arte sigue vivo, porque de lo contrario, ¿acaso no moriría éste? Ellos no lograron percatarse de esto porque su deseo de alcanzar el orgasmo artístico siempre fue más fuerte. 

Yo, de ser artista, hubiera sido Cézanne. Constantes cambios, retoques, nuevas ideas aboliendo otras anteriores sin pensar en las tantas horas que no arruinarían mis obras dentro de una rutina sin descanso, infeliz pero activa, inconformista en mi pobreza y obsesión sin límites en largas horas de trabajo. Y todo esto para destruir la composición, pintar sobre lienzos ya utilizados por mi falta de medios y acabar con la composición inicial, terminar destruyéndolo todo, lo cual implicaría sin duda el continuar con la creación, haciendo el proceso infinito. No me cansaría de cambiar las peras y las manzanas de lugar en el soporte, de marcar con negro las siluetas de mis bañistas aunque no entendáis que no quiero dar sensación alguna de espacio, ¡porque también lo destruyo! Descongestiono la perspectiva, la hago más atractiva sin él porque saco al maldito espacio de mi obra. Simplifico todo lo que os empeñáis en complicar, descuartizo las formas para dar paso a su nueva concepción, me convierto en la asesina del arte que conocéis y geometrizo lo que no podéis ver. La razón es porque sí. Y, a todo esto, me desmayo y muero sin dar fin a mi eterna obsesión, sin fe en mi obra, sin saberme el germen de toda una insurrección del arte, sin creerme padre de las vanguardias, de la reinante modernidad en boca de Pablo. Sin sentirme el Maestro. 

Muero en la ignorancia de todo lo que os lego, sin alcanzar lo que Él también ansió en esos diez largos años reprimidos, pero no daré pie a confusiones: no es cualquiera, Él es el maestro de nadie. Imaginario e imaginativo, pretendía fingir en su obra la intrusión total de la realidad, conociendo la improbabilidad, la falsedad de la imitación de la naturaleza siempre buscada. Tan sólo pretendía carnalizar su obra, insuflar vida a su criatura, a su creación, a su amante escondida en rincones oscuros en donde amor y arte estrechan lazos y no pueden vivir por separado. Prefirió ser amante antes que artista. Es mi motivo, y por eso lo digo: "Frenhofer, c’est moi". Pablo le seguirá a él, notará mi admiración única y ejemplar, viéndose seducido ante Balzac y condenado a una nueva búsqueda desenfrenada, entregando toda su vida a su pasión más amada, soñando con llegar también al punto álgido, al clímax... 

Lejos de aquí no tengo recuerdos que guardar, viajaré liviana sin la torpeza de arrastrar tu peso. Tú no tendrías tiempo de pedirme que posara para otro ni yo llegaría a ser tu propia Catherine Lescault. No te dejé retratarme aquella noche y no tendré ocasión de volver a decirte que no en ese momento, ni tampoco en ese lugar. Lo único que te llevarías de mí sería un pie emergente de entre borrones difusos, entre manchas de colores brutalmente embrutecidos, amontonados con violencia y rapidez, enmarañados en ese abigarramiento de nudos inimaginable... Ahí estaría yo, dentro de un tornado, de un torbellino de esos colores que primero fueron equinos para después pasar a montar a caballo, como ocurrió con aquellos últimos de Franz Marc. Quizá debiera haber tomado ejemplo de Rimbaud y dejado de escribir a los diecinueve años, y entonces tú no estarías leyéndome ahora ni yo mareándote a ti. Acabo este otro cuento fantástico según el periódico L’Artiste desviándome, diciendo que hoy me siento desconocida y tristemente Tzara, que todo es nada y que nada es todo, y que tú eres dadá. Dadá vida es la, da, da, dadá. A propósito, me parezco muy simpática.

Texto: DICIEMBRE 2009

Des-humanidad

Barcelona (Septiembre 2009)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Verde, verde que te pisan. Verde que te vuelves rojo. Verde atropellado. Existen daltonismos ácromos, pero no lo saben. Semáforos olvidados. No hay personas, porque las máquinas no tienen ojos. Deshumanización latente, humanidad perdida, anónima, en masa. Adiós, ojos tristes, ojos eternamente cegados. Puedo proponer sin éxito el reconocimiento de una muerte del mundo consciente a la noción humana, pero juro que no sería un error la osadía de mi alegato. Me declaro culpable, si bien mis oídos escucharon tu acusación de víctima. Muerte consciente y consentida. Inhumana. Aprender a prescindir no sonaba tan mal al principio cuando mi mano se abrasaba al corroerse la carne, cuando comenzaba a sentir el calor del fuego mordedor. Dije que nada era necesario, autoconvencida pensaba que no. Princesa que prescinde, sueño atemorizado. Bocas que ya no tiemblan, que se mueren, sin defensa al hablar. 

Eterna inquietud de mariposa en arrullo, como hubiera dicho Pablo, aunque nunca me gustó callar. Sí, se debe sentir la diferencia con el paso de los años. Sombras deslizantes, manos insensibles descritas en monosílabos inconcretos. Sócrates me secunda: ignoro a los deshumanizados. Ojos infantiles en búsqueda de arte: sé que no soy capaz pero lo veo a cada minuto, y es entonces cuando sé que no sé nada. Seguiréis pasando de puntillas por mi vida y no dejaré de reparar en ello. También sentiréis la diferencia: ya no giraré el cuello para veros. Sí, ya era hora, tú sí lo sabías. Ya tocaba. Juré solemnemente ignominiosas calumnias. Se me enredó la lengua en tu paladar al intentar explicártelo, porque no me fue permitido. Me pisaste los pies al echar a andar cuando ya nada tuvo sentido, ni las palabras que aquí dejo constar ni las desaparecidas en el vacío al abandonar mis cuerdas vocales. Se me desgarró el coraje y ahora tampoco pienso en mí, a conjunto con mi gran incapacidad para el altruismo, según lo llaman. Indiferencia para con la humanidad. Inviabilidad de la comunicación. Inconformismo constantemente detestado. 

En cada desplazamiento puedo, en última instancia, observar los restos del mundo. Cada corto viaje lo utilizo en pos de comprobar lo que hemos sido, somos y seremos. Los ojos claros de aquel hombre anciano que me recordaba a Clint me miraban fijamente mientras escuchaba cómo su boca pronunciaba un duro “No, niña. Yo nunca me siento”. Le faltaba mascar y entrecerrar los ojos por la molestia de la presencia del sol... y la música de Ennio. En un atisbo de luz me pregunté si no estaría vacío, si cabría esperanza para poder marcar, de haberla, la diferencia entre nosotros. Normalmente no suele haberlas de no ser por la crítica subjetiva y personal, única de cada uno, quien las deja hacer notar, convenciéndose de su existencia. También es por culpa de lo tan promulgado como políticamente correcto. Sí, yo también lo creo: cuánto daño se ha hecho al mundo. 

No puedo quitarme de la cabeza las imágenes del espanto social. Amo, en detrimento del mundo mostrado por Stieglitz, los personajes de Arbus procedentes de la otra humanidad, los monstruos escondidos por lo considerado antiestético por el resto. No eran nada conscientes de los cambios que nos magnetizan en dos campos, en unos y otros, en ellos y nosotros, pero seguramente fuesen más humanos que tú y que yo. Por la magnetización dicotómica, la división y el divorcio, la separación del todo en partes que actúan como desconocidas entre sí. Y “los otros” ven igual a ellos al resto en su utópica visión del todo. Ojalá yo fuese un "otro". Dentro de lo dignamente esperanzador se puede decir que no será fácil en mi anónima curiosidad de buscar, husmear, desenterrar para finalmente conocer. Es un tramo final sin pérdida donde te encontrarás como yo, perdida al final del tramo. Llega el fin de mis alegaciones inconexas, que no dejarán de ser juzgadas por ustedes mismos; sé que a ti también te sienta mal este trato general e impersonal, dejémoslo en que no mereces lo que conlleva un trato íntimo.

Así que adelante, júzgame, pero júzgame bien; los ojos abiertos, la lengua cansada.

Texto: NOVIEMBRE 2009

Cólera

Guardamar de Segura, Alicante (Julio 2009)

¿”Sólo envases”? No lo leíste bien. Sólo envenenas. Tus cansados ojos verdes me cansaron a mí también, y ahora miro a otros ojos, a otros ojos que no a los tuyos, otros más claros. Bis. Gasto tantas balas en demasiado poco tiempo que al final mi arma se quedará vacía, igual que me dejaste tú. Indefensa. Alejaré de mí el revólver para pasar a revolver dentro de mí, entre mis cosas, en tus manos, por tu tripa. Dejaré de dirigirme a ti cuando tú dejes de imaginarme contigo. Por mi tripa. Ya no serás el blanco de mi negro, no crearemos para luego destruir, pero a veces… No puedo dejarte volver, me voy a querer a mí más que tú. Ojos que no ven, boca que calla, boca que miente, que engaña, que muerde, que grita, que exhala un gemido. Es una boca que tiembla. No, no te vayas. Me siento sola. Vuelve. 

Cambio y corto, punto y aparte. “Salta por la ventana, ¡valiente!”. Nunca nadie ha saltado. Tú tampoco saltarás, cobarde, y el azul con el que me traspasan tus ojos pasará de largo el tiempo suficiente como para olvidar cada palabra que quise haber escuchado. No me oirás susurrar que nunca es tarde. Espero demasiado, es un problema. Tú eres mi problema cuando espero no tanto del tiempo como de ti. Sí, ¿por qué no? Discutamos. Tú no dejarás de ser incomprensible ni yo dejaré de lado mi aparente indiferencia, tan trabajada, tan admitida por mí. Ignoraré mis tercas inseguridades, tus falsas impresiones y ese carácter tan didáctico que desprende la esencia del término “equivocarse”. Dulce ignorancia...

Aunque a veces no lo parezca, odio odiar y detesto las alternativas cuando creo estar convencida de mí e insegura de ti, de la firmeza de tus ojos. A mí no, no me engañes a mí también. No quiero tener que pronunciarlo de nuevo, tener que pedírtelo también a ti, rogártelo, reconocértelo. Por ese preciso orden. Quédate, necesito un abrazo, me siento sola. Reléelo, mañana se te habrá olvidado.

Nunca tengo palabras en los momentos que más las precisan. Soy más sincera conmigo que tú: tampoco tendrás ojos sólo para mí. Cuanto más pretendo sentirme egoísta y olvidar lo que nunca conocí menos lo consigo, y me siento desnuda y frágil ante mi extraña concepción del Todo. Mi no existencia dejará de levantarse sobre fantasmas que han perdido el que otrora fuera su nombre. Es el jugo que intento exprimir de las personas, aunque después sea opción mía olvidarlo. La otra cara de la moneda dice que me siento más humana por aceptar lo que nunca aceptaron en mí. En esta primera noche fría me siento más humana por querer querer. Siempre es queriendo. 

La espera vital, atroz, voraz, infrahumana y eterna sería como en los tiempos del cólera, tan parecida y tan distinta a la vez de la narrada por Gabo. Sus historias llegan adentro porque sus personajes vuelven, sin importar el largo camino que observen desde lejos. Tirado en el suelo, magullado y dolorido, el cielo te parecerá inmenso, respirarás hondo y el aire te reventará el pecho. Tus pulmones intentarán expulsar el aliento y un grito quedará silenciado por el nudo que ata tu garganta, y entonces la historia te estallará en el corazón. Este vuelco hará que vuelvas a sentirte vivo, te aproximarás a lo que ansío vivir con tanta fuerza. Se llama pasión. Ahora ya sé que no lo viviré y que tú no volverás. Y aunque no lo siento, ojalá no me hubieses conocido nunca. 


Texto: SEPTIEMBRE 2009

Vaciado

Paseo del Prado (Enero 2009)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Acabemos con esto cuanto antes. Reciclemos. No voy a seguir escribiendo a ningún tú. Sois tantos que pierdo la cuenta. Lo sé, tampoco te lo crees ni tú, ¿verdad? Non lle hai que facer. No habrá tampoco impulso nervioso alguno que, redirigido de mi boca hasta mi cerebro, haga cortar la rienda suelta con que escriben estos dedos. No volverán a sonar tan mal las sílabas que vaya cosiendo a esta tela de red tan larga que se pierde en el fondo blanco de vuestra pantalla; vuestra, ojos que leen. Al pronunciarlas no sonarán tan mal. Borré toda huella y ahí estás tú, ritmo Chambao. Lo repetiré incansable, pero sonará insaciable. Incandescente, sí, pero no era yo. Es algo que no te llegué a decir. 

Defíneme indefinible: odio todos tus adjetivos para mí. Mi problema es que no sé hablar sobre mí y, aun los que quieren entender, no lo consiguen. No soy yo, eres tú. Los relojes derretidos de Dalí tienen más consistencia que los tuyos, ahogados en acuarelas de tonos pálidos, diluidos en agua clara. Son las acuarelas que me gusta llevar conmigo; las miro. Hace más de un mes pensé en las ya nunca futuras veces en que, desnudo, volverías a silbarme al oído lo mucho que te gusta mi espalda. Que tengo la altura perfecta. Me equivoqué, ¿lo viste? No paro de equivocarme, le he cogido el gusto y no veas, no puedo parar. Velocidades extremas nunca fueron buenas; tampoco lo pasivo. Hoy no voy a pensar en nada: no pienso pensar. No volveré a volver. Me gusta vivir erróneamente, considero que aprendo aunque no lo termine de llevar a la práctica. Nunca ningún concepto había sido tan subjetivo como “correcto”, demasiada abstracción absurda, eso es lo que creo yo. Mierda, no pretendía estar hablando de mí, hoy no. Me anularé de mente y para entonces me gustará seguir siendo yo en esa parte de mí que nadie se interesa por hojear en el volumen II de mi corta experiencia. Volveré a ese tema cuando haya decidido qué cable cortar antes de producirse el cortocircuito, mejor te ahorro la explosión. Siento decirte que no me quieres. No se lo cree ni tu falsa hipocresía. No soy dura contigo, es conmigo. Dije que no eras tú, sino yo. Te estoy liando, tranquilo, ya paro. Yo también fui un concepto, expresé voluntades contrarias, soy así, siempre contraria. A él no me engancho por respeto hacia otro, a ti me enganché sin respeto hacia mí. 

Me mentí siempre más que a ti. Hace mucho escribí una vez que sólo estabas viendo lo que había querido que vieses, y que no ibas a ver más. Te mentí para que no huyeras de ti mismo, pero sí, te diste a la fuga. Bonnie y Clyde nos hubieran envidiado de tanta huida. Mi problema es que te conozco más que tú, conozco cada cicatriz de tu cuerpo, cada línea de tu espalda y las palabras que fuiste escribiendo con la yema de tus dedos sobre mi piel. Quid de la cuestión: no pienses que piensas en mí. Ahora mi respuesta para ti es incongruente. No recuerdo el momento exacto en el que un chasquido me hizo abandonar el inútil uso de metáforas para pasar a disparar a bocajarro, haciendo un ruido seco. Al estilo japonés, yo también busco mi propia sombra, es ahí donde se ve mejor; la claridad engaña demasiado. Una oscuridad tan sonora como el más agudo grito que pueda proferir tu garganta. Pronto dejaré de sentir el filo de una copa de cristal rota en mis manos, como antaño. Yo estoy sobre aviso, ¿y tú?

Bisturí. ¿Amarillo, rojo o azul? Aquí eres tú el único que no lo sabe.

Texto: AGOSTO 2009

Furia

Jardines, Real Sitio de San Ildefonso - La Granja (Junio 2009)

No, no nos parecemos. La sangre que baña mis venas es diferente de la tuya. Yo soy diferente. Tu sangre se podría destilar, y aún así seguiría siendo veneno inservible. Me gustaría que tuvieras la cualidad de sentirte mal al saber que todo lo haces mal, y te sientas culpable por mí, culpable por ellas. Hemos alzado un fuerte y no puedes entrar: nos protege de tu presencia tan efímera. Tan de mentira. Eres todo lo que te gusta aparentar, y la gente se traga tus mentiras, no ven lo que es más visible de todo. Se te ve venir, ruin. ¿Nunca te has sentido sucio? ¿De verdad? Porque estás tan podrido, y no lo ves... Me pregunto si nunca has pensado que tienes la culpa del malestar que reina en una silla de oro a tu alrededor, de la mugre de que eres dueño y señor, porque de otra cosa no. No tienes ni idea de lo que son los vínculos, a no ser que en tu jerga tenga algo que ver con tu sucio dinero. Tus únicos amigos son seres igual de fracasados que tú, igual de vividores, igual de bebedores. 
 
También es el respeto, entre otras cosas, algo que desconoció tu infancia. Es algo abstracto que no puedes tocar. No lo puedes comprar, beber o comer, y por eso no existe para ti. Me repugna que te enorgullezcas de ser licenciado en imposición y doctorado en egolatría y racismo. No eres más que mierda, la peor parte del rebaño. Odio sentir odio porque ya es profesarte un sentimiento y no te mereces ni siquiera mi desprecio. Estás a tantos kilómetros del perímetro de mi escala de valores que te traga el vacío, tu propia opulencia, tu egoísmo, tus vicios nunca mermados, tu retraso para con el mundo.

Siento vergüenza pero ajena, porque tu relación con mi mundo es nula. Te he dicho siempre verdades crudas, he respondido a tus gritos con más gritos, y aún así no siento que me haya rebajado hasta llegar a tu bajeza moral. ¿Qué más quieres que te escupa desde las entrañas? No vas a conseguir arrastrarnos al agujero negro que te engulle, significa muchos puñetazos en el revés de la puerta a fin de que no recayeran sobre ti como moneda de cambio por cada insulto que ha blasfemado tu boca. A día de hoy soy algo sólido muy capaz de devolverte cada golpe, y tú lo sabes. La última vez que tronaron los gritos vi el miedo en tus ojos, nunca creíste que pudiera tratarte igual o peor de lo que me tratas tú a mí. Pero cuando llegue el final no me comportaré como tú, tengo decencia y tengo educación, es algo que me ha enseñado mi madre. Además, hace ya mucho tiempo que me das pena, puedes respirar tranquilo. Todo lo que tocas se corrompe, pero no te confíes demasiado. La insurrección está más cerca que nunca.


Texto: JULIO 2009

El paso

Jardines, Real Sitio de El Escorial (Abril 2009)

Aparición, desaparición: te resumes tan bien en tan pocos conceptos... Tú eres un concepto. Contraproducente, pero contundente. Siempre podré decir que yo no quería, pero será tan falso como que la idea de hombre-objeto no se ajusta bien a mi vida. No es tan malo estar hecho de pedazos de hielo... Así puedes beberme bien fría, pero demente. Nunca llegarás al otro lado, por si te permitiste dudarlo en algún momento mientras el reloj contaba los minutos hacia la izquierda. Te gusta ir hacia atrás, ¿es que no lo ves?

"Olvídate de mí" otra vez, de mi mente inmaculada (¿de veras he dicho eso?), desquiciada, cansada de seguir corroborando ideas que al principio parecían tan estúpidas como tú. Sin embargo, nadie ha vuelto a mirarme como tú nueve o diez meses atrás, a pesar de haber abarcado mayor espacio cronológico en mí. Ahora yo te miro como al principio, ahora como si tuviera delante la Nada, ahora como si no hubiera transcurrido un año. Luego te tocó a ti infravalorarme a mí. Por favor, sólo éste, déjame conservar éste. "Quemar después de leer". También fuimos a Barcelona con Vicky y Cristina y todo iba bien. Más tarde me mirabas después de sudar, y sólo querré recordar que me mirabas tú a mí: será un lavado de recuerdos fácil, agradable, de tu memoria en mí. Déjame conservar éste...

Que uno de los dos sea un ser (¿genéticamente?) superior tampoco es la cuestión aquí y ahora. No quiero decir que seas un perro, aunque tantas veces lo parecimos, siempre uno persiguiendo al otro cuando el otro estaba tan lejos ya del uno... Ahora ya no es aquí ni es ahora, es en el piso de abajo, te has equivocado de puerta. Ya no vivo igual, ni en el mismo lugar. Dicen que se prueba la langosta para no volver a las gambas. Yo te dejé volver un rato a un cuerpo que ya no es tuyo, y bien lo sabías, aunque aún así me lo preguntas... No son tus celos por él, por ser literalmente el doble que tú. Tan sólo reconoce que no te sienta bien, que tuviste que creerlo porque quien te lo contó no fui yo. Suelo salir de lo que siempre has considerado mi vida bajo cero. Tampoco lo añoro a él, simple y llanamente apareció. Ya no estabas tú, ni él, ni el otro él. Duraron tantos meses en mi cabeza que no estoy orgullosa. Pasaron por delante de mis ojos dos conceptos más, nada trascendental, pero no será cíclico como tú: ahora yo muevo ficha.

Tu odio hacia mis ángulos obtusos y complicados. Mi odio hacia que nuestra existencia en la vida del otro se reduzca al comportamiento físico de un puto imán. Un imán que se tira al suelo, grita, pelea, se retuerce, lucha por sobrevivir, por unirse. Con tensión e intensión, una necesidad anulada por una mínima actividad cerebral. Voy a tener ganas de tantos "tú" como haga falta para dar veracidad a nuevas especulaciones que pretendo sean pseudocientíficas. 

Texto: JULIO 2009

Vida mía

Segovia (Junio 2009)

Igual. Nunca diferente de lo que ya antes conocí. Así fuiste tú también, a pesar de haberme permitido dudarlo en un principio. Siempre me digo que odio los prejuicios, aunque muchas veces es más fácil apartarlos que evitarlos. Cuestión imposible. Y tú, aparición inefable, mas útil, o eso debería pensar. Puede que incluso deba darte las gracias pero no me quiero engañar. 


Estuviste ahí en un momento determinado, te tocó a ti. O puede que me tocase a mí, quién sabe. En todo caso fue casualidad o capricho, quizá lo segundo, pero no me acaba de convencer. Fue increíble, pero no en el típico modo en que tanto se usa este adjetivo. Quiero decir que me costó tanto darle credibilidad... y me pregunto por qué. Somos de carne y hueso y tú no eres más que yo, nunca lo has sido. Siempre hay alguno de tus sentidos dispuesto a engañarte vilmente, y para qué, me pregunto... Yo tampoco soy más que tú, pero nunca debí haber pensado lo contrario. 


Ahora también sentiré sin poder remediarlo que te llevaste algo de mí. Desilusión, por bautizarlo de alguna manera, porque queda tan lejos la cabaña de madera en que se instaló mi ilusión en su huida que no creo que haya vuelto, o no tan pronto. También te habrás llevado un poco de mi vida. Como todos, como los demás que un día pasaron por la estación de mi vida. Como aquellos a los que aún no soy capaz de ver. Como tantos "tú". Prometí la diferencia inútil... Aún hoy sigue siendo inútil haberla prometido. Nunca hay diferencia. Adiós, vida mía.



Texto: JUNIO 2009

Nunca

Que tú y yo no nos conocemos. Una flor ante un edificio de acero. Que no me vas a ver ni al acecho, porque mirar te supone gran esfuerzo. Que cuando te des cuenta de que existo será tan tarde que ya estaré tan lejos... Y tu piel no me habrá tocado nunca, ni nunca tu boca me habrá hablado. No recordarás más que una sensación muy vaga, tanto o más que un sueño. Y mientras, para mí, tan poco de ti. Tú. No, tampoco habrás nunca existido tú.

Texto: MAYO 2009

Invisible

Qué lejos estás ahora que me he ido. Ahora que abrí los ojos sólo te veo lejos, distorsionado con el tiempo. Y no te ven mis ojos, no te ven a ti, tan sólo un vago reflejo. Por una vez me adelanté y huí, y ahora sigo a otros ojos, otros ojos que no a los tuyos. Prometí la diferencia inútil, pero no fui yo, ni aquel fuiste tú.  

Texto: MARZO 2009

Llueve

A veces se le adhiere a la piel, su vértigo preferiría vivir ajeno a ti. Busca tus huellas sin piedad alguna, y entonces recuerda que quisiera vivir ajena a todo. Se le quita el hambre, piensa en palabras crudas. No podría ser menos contraproducente que tú.

De nuevo el jodido vértigo. Carraspea, tose. No fue ella. Echa sus recuerdos desde dentro. Desequilibrio malsano. No, aún no puede escuchar el silencio en las noches de invierno. Nunca fue ése su propósito. Ya no puede decírselo. Hace frío, y se fue... Se había ido. Todo con tal de no escucharle. Movimiento, más movimiento. Constante agitación, sin descanso ni tregua. Contando las horas para el fin... Y tú sólo has visto lo que ha querido que vieras. 

Sigue corriendo ahora que llueve. 

Texto: FEBRERO - MARZO 2008

Ira

Intenté desdibujarte de mi mente ahogando cada neurona en alcohol puro. Apenas perceptible hubiera susurrado un "Emborráchate de mí" en alguna otra ocasión. Pero lo demás estaba podrido en cada esquina. Y ahora fuera de mi vista. 

Texto: FEBRERO 2008

¿Te acuerdas de vivir?

Poco que decir, muy poco. Tan poco que no me acuerdo. Sí, suena bien, pensar con la mente al revés, vivir boca abajo. Ya no sé tocar el cielo con las manos de manera material. Y si no lo veo, no lo creo. Nunca me conformaré, ahora menos que antes. Antes... Vivir. ¿Te acuerdas de vivir? Para que a nadie se le olvide. Porque puede que no sepa elegir pero en mi vida mando yo. Los recuerdos hacen a la persona. Y lo que no se quiere recordar también, que no se te olvide. Para vivir un hoy interminable, para vivir en el mañana...

Texto: DICIEMBRE 2007

El trato

En su lado del sofá aguardaba impaciente al sueño. Otra vez las 5:00 am y despierta, pero el tiempo nunca la esperaba: se iba sin ella. De pronto se sintió un reloj más dentro de La Persistance de la Mémoire de Dalí. Pensó en alguna canción que hablase del olvido. Tenía que aprovechar su último recuerdo, y no lo estaba haciendo. 

Mierda. ¿Cómo pudo haber sido capaz? Le había dicho que se verían en el infierno, y allí se encontraba en su sofá, faltando a su palabra. Supuso que podría esperar un poco más. A veces nunca es tarde.

Un cheque sin firmar yacía sobre la mesa, al lado de una botella de ron medio vacía, o medio llena, depende para quién. El vacío de la habitación la había comenzado a asfixiar sin previo aviso, y sus frías paredes la envolvían en una burla del destino. El deseo giraba en espiral en torno a la luz de la única lámpara, pero a esas alturas ya nadie le hacía sonreír con un pincel en la mano.

Un escalofrío recorrió sus pies desnudos, y el sueño inexistente le susurraba al oído cosas que no quería escuchar. Un par de ya borrosos versos escritos al lado del lunar de su ombligo la delataban, aunque el brillo de sus ojos no reflejaba desequilibrio.

Con un irremediable dolor de cabeza decidió tirar el libro al suelo y dejarse de preámbulos. Just do it. Una oleada de violencia estremeció su piel, y firmó el cheque sin apenas mirarlo. Odió no poder romper lo que sería su condena. Media vuelta más en su lado del sofá, con el pensamiento ligero y el cuerpo algo mareado, y siguió sin poder conciliar el sueño recordando que él, donde estuviera, estaría igual que ella.


Texto: ABRIL 2007

Rastreos y rastros

No hace mucho paseaba un día por la calle, sola, de noche. Observaba entretenida un ramo de rosas marchitas en un contenedor. Gente, montones de gente. Todos diferentes, todos iguales. Rostros inexpresivos, inmersos en sus problemas del día a día. La Infelicidad me sonrió desde sus caras, y yo le devolví el gesto. Prisas, vidas vacías, sin sabor. Cosas en común y otras que no tienen nada que ver trazan sus destinos, enlazan sus manos en silencio.

Los pétalos de rosa secos que dormían en el suelo captaban toda mi atención a medida que avanzaba. De un rojo intenso y encendido todavía, con su personalidad propia, pero totalmente secos. Iba despistada, despreocupada, sólo quería observar. Me tropecé con alguien y la Libertad se disculpó. Sus ojos reflejaban amables errores. Solía equivocarse de personas; en el fondo la compadezco. Unos tanta y otros tan poca. Volví a sonreír. La sensación de tenerla cerca hizo que no me fijase en la tranquilidad que se iba imponiendo en la noche, todavía pronto; ni en el silencio que me gobernaba.

Una vez leí que tenerlo todo es la gran causa del vacío interno. Somos tan pobres por dentro que da hasta pena mencionarlo. Nadie escucha las quejas del mundo, continuas e insaciables debido a su mala vida. A su mal cuidado. Un recuerdo dibujó una sonrisa en mi boca, fiel cómplice de mi mirada distraída, que últimamente nadie se molesta en comprender. Esas palabras innecesarias de pronunciar no perturbaban mi silencio, interminable desde hace ya tiempo.  

Me apresuré en el último tramo de la calle. La Indiferencia me esperaba al doblar la esquina y yo llegaba tarde. Era inevitable a estas alturas, qué menos cabía esperar. Todavía resuenan en mí palabras que no dicen nada, ampliadas en el vacío.

Texto: MARZO 2007

3, 2, 1...

Comenzar un nuevo blog con algunos textos antiguos salvados de La Nada merece un brindis. Pronto acabaré de recoger viejos trastos para dar frutos día a día. 

Cada una de mis letras unidas te espera impaciente, querido lector. 

LYDIA KHMER