Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Vaciado

Paseo del Prado (Enero 2009)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Acabemos con esto cuanto antes. Reciclemos. No voy a seguir escribiendo a ningún tú. Sois tantos que pierdo la cuenta. Lo sé, tampoco te lo crees ni tú, ¿verdad? Non lle hai que facer. No habrá tampoco impulso nervioso alguno que, redirigido de mi boca hasta mi cerebro, haga cortar la rienda suelta con que escriben estos dedos. No volverán a sonar tan mal las sílabas que vaya cosiendo a esta tela de red tan larga que se pierde en el fondo blanco de vuestra pantalla; vuestra, ojos que leen. Al pronunciarlas no sonarán tan mal. Borré toda huella y ahí estás tú, ritmo Chambao. Lo repetiré incansable, pero sonará insaciable. Incandescente, sí, pero no era yo. Es algo que no te llegué a decir. 

Defíneme indefinible: odio todos tus adjetivos para mí. Mi problema es que no sé hablar sobre mí y, aun los que quieren entender, no lo consiguen. No soy yo, eres tú. Los relojes derretidos de Dalí tienen más consistencia que los tuyos, ahogados en acuarelas de tonos pálidos, diluidos en agua clara. Son las acuarelas que me gusta llevar conmigo; las miro. Hace más de un mes pensé en las ya nunca futuras veces en que, desnudo, volverías a silbarme al oído lo mucho que te gusta mi espalda. Que tengo la altura perfecta. Me equivoqué, ¿lo viste? No paro de equivocarme, le he cogido el gusto y no veas, no puedo parar. Velocidades extremas nunca fueron buenas; tampoco lo pasivo. Hoy no voy a pensar en nada: no pienso pensar. No volveré a volver. Me gusta vivir erróneamente, considero que aprendo aunque no lo termine de llevar a la práctica. Nunca ningún concepto había sido tan subjetivo como “correcto”, demasiada abstracción absurda, eso es lo que creo yo. Mierda, no pretendía estar hablando de mí, hoy no. Me anularé de mente y para entonces me gustará seguir siendo yo en esa parte de mí que nadie se interesa por hojear en el volumen II de mi corta experiencia. Volveré a ese tema cuando haya decidido qué cable cortar antes de producirse el cortocircuito, mejor te ahorro la explosión. Siento decirte que no me quieres. No se lo cree ni tu falsa hipocresía. No soy dura contigo, es conmigo. Dije que no eras tú, sino yo. Te estoy liando, tranquilo, ya paro. Yo también fui un concepto, expresé voluntades contrarias, soy así, siempre contraria. A él no me engancho por respeto hacia otro, a ti me enganché sin respeto hacia mí. 

Me mentí siempre más que a ti. Hace mucho escribí una vez que sólo estabas viendo lo que había querido que vieses, y que no ibas a ver más. Te mentí para que no huyeras de ti mismo, pero sí, te diste a la fuga. Bonnie y Clyde nos hubieran envidiado de tanta huida. Mi problema es que te conozco más que tú, conozco cada cicatriz de tu cuerpo, cada línea de tu espalda y las palabras que fuiste escribiendo con la yema de tus dedos sobre mi piel. Quid de la cuestión: no pienses que piensas en mí. Ahora mi respuesta para ti es incongruente. No recuerdo el momento exacto en el que un chasquido me hizo abandonar el inútil uso de metáforas para pasar a disparar a bocajarro, haciendo un ruido seco. Al estilo japonés, yo también busco mi propia sombra, es ahí donde se ve mejor; la claridad engaña demasiado. Una oscuridad tan sonora como el más agudo grito que pueda proferir tu garganta. Pronto dejaré de sentir el filo de una copa de cristal rota en mis manos, como antaño. Yo estoy sobre aviso, ¿y tú?

Bisturí. ¿Amarillo, rojo o azul? Aquí eres tú el único que no lo sabe.

Texto: AGOSTO 2009

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