Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Cuenta atrás

Generalife, Alhambra. Granada (Noviembre 2009)

Era jueves, antes del sacro sermón del loco, uno de estos meses en los que llueve. 

Haces fuerza por avanzar, y el dolor se hace aún más latente sobre tu piel. Controlas la respiración, pero llueves. Meses en los que el agua causa estragos, hace estropicios, necesita de estropajos. La lluvia sigue siendo necesaria a pesar de desbordar tus cables y electrocutar los ríos. Ya ahogados los ojos de Al-wadi Al-Kabir, sufre García Lorca cada día. Te oye insistir, quieres escucharle en boca de Marta otra vez. Los ojos árabes se restablecerán tras la inundada ceguera, desbordada, de la caída del agua. Meses que son crisis, convivencia, necesidad de llorar ante una historia ajena vivida desde dentro. Hay casas ajenas que significan hogar. Los monos, mis hermanos; tu jungla, mi nido. No me estás viendo. ¿Me ves? Entre naranjos y olivos.

No razonaste entonces las decisiones a la deriva que se encapsulan en verdades escondidas sin pensar ni querer, posponiendo y materializando ahora que juras la siguiente declaración. Vigésimo primer mandamiento en el vigésimo primer siglo según la decisión de un pobre ser humano acerca de regir nuestra era occidental: "No vivirás sino hechos, dentro de tu elección, que después nunca sientas, necesites o pretendas olvidar. Siempre con la vista al frente, rígida, hacia delante; y bajo juramento dices cumplirlo y guardar tan sólo para ti esa lista de «Ne Pas Oublier» bajo llave". Vigésimo segundo mandamiento: "No olvidarás. Nunca máis". Tampoco el Thames sustituirá a tu Guadalquivir, tampoco al Tormes, que fue primero, ni al Segura, más cálido; ni siquiera al Manzanares, de nacimiento, o al Júcar, de adopción. Vigésimo tercer mandamiento: "No te desdecirás. No hables ahora si te ves capaz de perjurar; reconoce que hablas demasiado". Las damas no escupen. Ahora participa de tus oídos, analfabetos e incultos. 

Era jueves y le oías entre el gentío, entre las máquinas preferidas de los futuristas italianos, tan perfeccionadas en esta era que ni tan siquiera Marinetti lo hubieran imaginado a principios del siglo pasado. Su melodía te desea una buena mañana antes del sermón menospreciado, a tu entender, de otro ser existente nunca digno de olvidar: ese loco. Comienza tu afonía, pero no necesitas hablar. ¿Me ves? Eres ese saco de cosas a no olvidar, que se desdice de sus propias palabras. "Paroles", reza el título de uno de tus poemas preferidos de Prévert. Palabras, tú, las tuyas; tus palabras. Escaleras futuristas mecánicas. Su voz suena distinta por el diferente medio de comunicación empleado, pero se oye desde tan cerca y es tan tranquila... quedando tan lejos de aquel ritmo variable y tipo rollercoaster que habías imaginado. Lo único que se debe saber de ti es que duermes con un hipopótamo y que te cuesta hablar.

El olor a retales de seda proveniente de Bombay, regalo de sus manos, un apoyo a tu libertad, te obliga a la comunicación directa con el exterior. Los ragas de Jogeshwari provenientes de las sagradas manos de Ravi son tu fármaco desde que empezaste a amarlo gracias al pelirrojo. Te gustaría pensar en tenerle más cerca dentro de apenas unos meses.

Hace tiempo que no hablas de tu perdurable condición antialtruista, pero te reafirmas en tu postura; ya has comprobado que las consecuencias tampoco son siempre beneficiarias y positivas, que a veces se pierden entre llamas. Vuelves a pensar, recuerdas tus sacos de pulgas granadinos, callejeros y a la vez palaciegos, nazaríes, ágiles y esquivos, huraños e irascibles como tú, que corren mejor suerte al solo pensiero di… Olvídalo. Los tiempos cambian. Qué tan distinta España contemplaron los ojos de Irving doscientos años atrás.

Desde entonces te presentas así, como eres: un saco roto donde almacenas trastos no tan viejos, a pesar de tu gran sentimiento diogénico. Sólo te falta un barril como su pithos, y sin embargo no sabes qué más necesitas para vivir. Tu ideal cínico de autosuficiencia es demasiado irreal, pero aún así… “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder sin Manes?". Sí, los idealistas no tienen cabida en este mundo, pensaba que lo habías entendido ya, pero volverán tus sueños a ser sueños, y tú volverás para volver a volar como una oscura golondrina. Y pasarán en balde los días y nunca hablarás de más, mirando en derredor, callando y riendo, mirando; observando impertérrita el no detenerse, el no mirar ajeno. ¿Acaso no se ve, como a ti? ¿Y las carencias ajenas? ¿Se ven en pos de las propias o como simple consecuencia? Volverás cuando aprendas a mirarte mejor, como él, cuando desaprendas a involucrarte, pero ¿desaprender u olvidar? Recuerda tus mandamientos... Hamlet nunca te pareció menos consciente de estos valores retorcidos y retóricos. Nadie había pensado nunca así, ni siquiera tú. Piensa como él.

Niebla, de tus manos a las mías. Niebla que te cuelas entre los dedos, en mi centro, en mi fijeza. No tiembles, no temas. Niebla. Vuelve, por todo lo que nunca te diré. Vuelve un día, vuelve por mí, porque yo volveré también. 


Texto: MARZO - ABRIL 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario