Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Voraz

Generalife, Alhambra. Granada (Noviembre 2009)

Sobre la sintonización: por algo que me deje fuera de lugar. No quisiste entender mi decisión pero sí, hay ciertas cosas imposiblemente comunicables. No, y punto. Frente a tu primavera yo sólo soy un nudo. Yo, reminiscencia de camino abandonado pero transitable. Involuntariamente reflejado en tu mirada fija, nunca desviada. Tú. Nunca inhóspito, tampoco impoluto en las insostenibles infraestructuras nocturnas, sujetas a cambios nunca moderados. Lo que hablemos será censurable, pero confesable. Insalvable e irrecuperable: las crisis son así de impuras. No me mires de esa forma: me hicieron así, yo no tengo la culpa pero tú muérdete las ganas que yo no pude sentir infames. Ya sabes, éste de aquí a veces se queja, a veces late, lleno de pelusas y decorado con polvo. Tú sigue a tu ritmo tranquilo, pasivo en tu quietud, en tu victoria por una indiferencia nunca anónima. Injustificada y sin causa, sin explicación como tú, sin pillarte los dedos de las manos con ningún cajón ni atrapar el vano hilo de tus palabras al cerrar la puerta sin intimidad.

Cada vez me asusta más el mundo de afuera; asolado, desolador, perfectamente terrible. Concedo así el valor de lo perecedero a ese impedimento, razón que por alguna insensible sensación te causa el rechazo. Quise soñar con la grata pérdida de electrones que nunca se me hubiese podido ocurrir a mí. Gracias. Dejarse llevar no sonaba tan mal siendo para ganar en positivo, para posar mis ojos sobre ti. Algún día creeré a ojos cerrados, a manos a tientas, a oídos sordos en alguien como tú, que seguirás sin sentirme en este mundo de hombres mudos donde sólo yo oiré mi voz, aislada entre muros.

Puede que no sea mi momento para vivir. El mundo sonreiría más de haber carta blanca, autoasignada propiamente, para decidir cómo es nuestro momento según nos gustaría que éste fuese. Tú no dejes que te llegue el efecto dominó, que te arrastre, que te cause dolor: no has de caer porque nadie caiga antes que tú, no te permitas formar parte de la cadena aunque corran malos tiempos para la lírica. No te pregunté al tomarte prestado pero el individuo absoluto, como ente distinto, debería tener sensación de la brutal consciencia que suponen estos robos reales, realizados como expurgatorio. Se rompen mis puertas blindadas porque también tú sientes la necesidad de limpiar, de acabar con, de tirar, de desechar. Este poder nos iguala en cuanto a instinto animal, es el recordatorio a la mirada salvaje que nos llena por dentro.

No deja de tener gracia el constante movimiento, las continuas metamorfosis, las ansias dormidas, las ganas cansadas y el alma encogida, apenas contenida en el cuerpo. No debiste escucharme, no era más que metafísica; hilos de voz sin preparar que no se comparten con nadie. Eran sólo añicos de objetos perdidos. Flotaré como nenúfar que no piensa, que tan sólo flota, como ave de paso que vuela, que pasa planeando, que planea sin pensar, sin planearlo. Como ave voraz desigual, con desinterés animal, siempre con pequeños pretextos que no pasarán de viles excusas para que no pienses más allá, para que no cometas el error de tu vida. Para que no recules, no descorras el camino recorrido, no borres tus pasos sobre la arena; para todo eso mi hazaña. Para ti, para que no te equivoques con mis planes, mis sueños, mis intenciones. Conmigo. Pero no te conozco.

Espera, te indigestarías conmigo. Implántame tus ideas, injértame paz por los cuatro costados en este cuerpo estropeado. Créame y créeme por mí misma: no quiero ser otra. No es este lugar, es este no sentir frío en la piel de los momentos con nadie en que nunca predomino yo, en los que oigo risas ajenas y siento terrible cómo suena la melodía voraz de mi vacuidad interior. Inaudible para ti.

Yo, tan fuera de mí, de mi sitio, mi escondite inquebrantable, espacio inviolable, inolvidable, mi lugar, mi esquina, particular apartado; y tú con otra persona dentro. Curiosidad, que te cuelas en risas risueñas; y mientras tú muges a mí me toca rumiar. Vuelvo desecha, sin ganas, descompuesta, vomitando palabras, sin mirar hacia arriba, dando cabezadas, dejando que me cale la lluvia; sin más ni fuerzas. Sin confiar en mí. Vuelvo a mi sitio, espacio acorazado, vuelvo a mi cama sin tus manos, que ya no acarician mis labios, sin mi lengua saboreando tus dedos. Volveré a ser yo sin tu abrazo desnudo, abierto, escondido y resguardado, guarecido en tu espacio, sin imaginar ese ventanal inmenso con vistas a ninguna parte en tu pared. Sin buscar luz ni ruido habrá paz entre mis piernas, caminando despacio con el estómago encogido, dejando atrás tus arañazos y mis heridas más profundas. Olvidando mi vulnerabilidad desnuda. Y dejaré de morder tu carne poco a poco hasta que te quedes dormido, de acariciar tu piel mientras te estremeces en mis oídos...

Dentro de poco. Cuando yo entienda a mis ojos tú hallarás tu salida al exterior.

Texto: ENERO 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario