Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Vida mía

Segovia (Junio 2009)

Igual. Nunca diferente de lo que ya antes conocí. Así fuiste tú también, a pesar de haberme permitido dudarlo en un principio. Siempre me digo que odio los prejuicios, aunque muchas veces es más fácil apartarlos que evitarlos. Cuestión imposible. Y tú, aparición inefable, mas útil, o eso debería pensar. Puede que incluso deba darte las gracias pero no me quiero engañar. 


Estuviste ahí en un momento determinado, te tocó a ti. O puede que me tocase a mí, quién sabe. En todo caso fue casualidad o capricho, quizá lo segundo, pero no me acaba de convencer. Fue increíble, pero no en el típico modo en que tanto se usa este adjetivo. Quiero decir que me costó tanto darle credibilidad... y me pregunto por qué. Somos de carne y hueso y tú no eres más que yo, nunca lo has sido. Siempre hay alguno de tus sentidos dispuesto a engañarte vilmente, y para qué, me pregunto... Yo tampoco soy más que tú, pero nunca debí haber pensado lo contrario. 


Ahora también sentiré sin poder remediarlo que te llevaste algo de mí. Desilusión, por bautizarlo de alguna manera, porque queda tan lejos la cabaña de madera en que se instaló mi ilusión en su huida que no creo que haya vuelto, o no tan pronto. También te habrás llevado un poco de mi vida. Como todos, como los demás que un día pasaron por la estación de mi vida. Como aquellos a los que aún no soy capaz de ver. Como tantos "tú". Prometí la diferencia inútil... Aún hoy sigue siendo inútil haberla prometido. Nunca hay diferencia. Adiós, vida mía.



Texto: JUNIO 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario