Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Cólera

Guardamar de Segura, Alicante (Julio 2009)

¿”Sólo envases”? No lo leíste bien. Sólo envenenas. Tus cansados ojos verdes me cansaron a mí también, y ahora miro a otros ojos, a otros ojos que no a los tuyos, otros más claros. Bis. Gasto tantas balas en demasiado poco tiempo que al final mi arma se quedará vacía, igual que me dejaste tú. Indefensa. Alejaré de mí el revólver para pasar a revolver dentro de mí, entre mis cosas, en tus manos, por tu tripa. Dejaré de dirigirme a ti cuando tú dejes de imaginarme contigo. Por mi tripa. Ya no serás el blanco de mi negro, no crearemos para luego destruir, pero a veces… No puedo dejarte volver, me voy a querer a mí más que tú. Ojos que no ven, boca que calla, boca que miente, que engaña, que muerde, que grita, que exhala un gemido. Es una boca que tiembla. No, no te vayas. Me siento sola. Vuelve. 

Cambio y corto, punto y aparte. “Salta por la ventana, ¡valiente!”. Nunca nadie ha saltado. Tú tampoco saltarás, cobarde, y el azul con el que me traspasan tus ojos pasará de largo el tiempo suficiente como para olvidar cada palabra que quise haber escuchado. No me oirás susurrar que nunca es tarde. Espero demasiado, es un problema. Tú eres mi problema cuando espero no tanto del tiempo como de ti. Sí, ¿por qué no? Discutamos. Tú no dejarás de ser incomprensible ni yo dejaré de lado mi aparente indiferencia, tan trabajada, tan admitida por mí. Ignoraré mis tercas inseguridades, tus falsas impresiones y ese carácter tan didáctico que desprende la esencia del término “equivocarse”. Dulce ignorancia...

Aunque a veces no lo parezca, odio odiar y detesto las alternativas cuando creo estar convencida de mí e insegura de ti, de la firmeza de tus ojos. A mí no, no me engañes a mí también. No quiero tener que pronunciarlo de nuevo, tener que pedírtelo también a ti, rogártelo, reconocértelo. Por ese preciso orden. Quédate, necesito un abrazo, me siento sola. Reléelo, mañana se te habrá olvidado.

Nunca tengo palabras en los momentos que más las precisan. Soy más sincera conmigo que tú: tampoco tendrás ojos sólo para mí. Cuanto más pretendo sentirme egoísta y olvidar lo que nunca conocí menos lo consigo, y me siento desnuda y frágil ante mi extraña concepción del Todo. Mi no existencia dejará de levantarse sobre fantasmas que han perdido el que otrora fuera su nombre. Es el jugo que intento exprimir de las personas, aunque después sea opción mía olvidarlo. La otra cara de la moneda dice que me siento más humana por aceptar lo que nunca aceptaron en mí. En esta primera noche fría me siento más humana por querer querer. Siempre es queriendo. 

La espera vital, atroz, voraz, infrahumana y eterna sería como en los tiempos del cólera, tan parecida y tan distinta a la vez de la narrada por Gabo. Sus historias llegan adentro porque sus personajes vuelven, sin importar el largo camino que observen desde lejos. Tirado en el suelo, magullado y dolorido, el cielo te parecerá inmenso, respirarás hondo y el aire te reventará el pecho. Tus pulmones intentarán expulsar el aliento y un grito quedará silenciado por el nudo que ata tu garganta, y entonces la historia te estallará en el corazón. Este vuelco hará que vuelvas a sentirte vivo, te aproximarás a lo que ansío vivir con tanta fuerza. Se llama pasión. Ahora ya sé que no lo viviré y que tú no volverás. Y aunque no lo siento, ojalá no me hubieses conocido nunca. 


Texto: SEPTIEMBRE 2009

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