Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Necedades

Muradas, Ourense (Marzo - Abril 2010)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Lo conozco perfectamente. Lo sé. Ser una contradicción también duele. Pica la piel, la desgasta, la corroe, inquieta sus ansias sin esperar por más. Pero tus ganas de vivir permanecerán ahí. Inmortales. Tus ganas de echar a volar, de huir, y de seguir corriendo. Te arderá el corazón todavía un poco más, con los continuos vómitos del alma encerrada en tu campo magnético. Tus electrones eternos, que se resisten a abandonarte. Eres su morada preferida. Ladrando y corriendo se llega a algún puerto, en este caso a dos y muy concretos: uno un poco al sur, otro más al norte. Los golpes violentos del viento del mar serán tan bien recibidos... Inclinarán el sentimiento a la decisión. Digno de ser vivido. Pero cabe esperar, como oí una vez, desnudos, despojados de todo.

Allí estabas. El suelo frío, la espalda contra la pared. Aún te quedaba un rato para montar en el tren. De una vez, aprende a pensar en ti. Aprende a no dar tregua a ilusiones menoscabadas, desintegradas, en una lucha por tu propia vanidad. Que no se quieren instalar, que no se dejan dominar por amueblarte aún. Indomable resistencia oponente, consciente. Así es como te cuidas... Siempre la espalda desprotegida y el corazón en carne viva, esperando la transfusión ausente en la necedad de la ilusión. Y creer que siempre lo consideraste tu peor defecto, si bien nunca dejó de ser el más vivo, el más llamativo pero también escondido. Aquel que, cuando alguien quiso observar, tú permitiste el goce de ver. Ahora sácalo otra vez, demuéstrate a ti misma que no has cambiado, que a voz en grito y a violencia en llanto no te gana nadie, y con voz entrecortada y parpadeante serás cada día más tú que nunca. Sacarás a la fiera, quieras o no. Suena demasiado bien echar a volar...

Es la fe, no lo demás. Ya no son ganas ni fuerzas, no hay como creer en algo para llevarlo a la práctica. Creer en algo lleva a su cargo los costes adicionales, los elementos necesarios. En tiempos de crisis de fe, de ilusión, las carencias arrancan la carne. Algo te arranca la piel. Tiembla tu pulso, y no es por temor. Es el turno de la crisis de los principios elementales para sobrevivir, inconformismo fiel, idealismo vivo, sangrante, hiriente moralmente. Hasta los puercos putrefactos según Dalí, los carnuzos aragoneses, sienten. Y prefieren esperar, aun muertos, sobre pianos de cola. El último aliento de tu voz, con o sin sentido, es para ti. Aliento que aflora y que mata tus crisis nerviosas.


Texto: JUNIO 2010

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