Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Des-humanidad

Barcelona (Septiembre 2009)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Verde, verde que te pisan. Verde que te vuelves rojo. Verde atropellado. Existen daltonismos ácromos, pero no lo saben. Semáforos olvidados. No hay personas, porque las máquinas no tienen ojos. Deshumanización latente, humanidad perdida, anónima, en masa. Adiós, ojos tristes, ojos eternamente cegados. Puedo proponer sin éxito el reconocimiento de una muerte del mundo consciente a la noción humana, pero juro que no sería un error la osadía de mi alegato. Me declaro culpable, si bien mis oídos escucharon tu acusación de víctima. Muerte consciente y consentida. Inhumana. Aprender a prescindir no sonaba tan mal al principio cuando mi mano se abrasaba al corroerse la carne, cuando comenzaba a sentir el calor del fuego mordedor. Dije que nada era necesario, autoconvencida pensaba que no. Princesa que prescinde, sueño atemorizado. Bocas que ya no tiemblan, que se mueren, sin defensa al hablar. 

Eterna inquietud de mariposa en arrullo, como hubiera dicho Pablo, aunque nunca me gustó callar. Sí, se debe sentir la diferencia con el paso de los años. Sombras deslizantes, manos insensibles descritas en monosílabos inconcretos. Sócrates me secunda: ignoro a los deshumanizados. Ojos infantiles en búsqueda de arte: sé que no soy capaz pero lo veo a cada minuto, y es entonces cuando sé que no sé nada. Seguiréis pasando de puntillas por mi vida y no dejaré de reparar en ello. También sentiréis la diferencia: ya no giraré el cuello para veros. Sí, ya era hora, tú sí lo sabías. Ya tocaba. Juré solemnemente ignominiosas calumnias. Se me enredó la lengua en tu paladar al intentar explicártelo, porque no me fue permitido. Me pisaste los pies al echar a andar cuando ya nada tuvo sentido, ni las palabras que aquí dejo constar ni las desaparecidas en el vacío al abandonar mis cuerdas vocales. Se me desgarró el coraje y ahora tampoco pienso en mí, a conjunto con mi gran incapacidad para el altruismo, según lo llaman. Indiferencia para con la humanidad. Inviabilidad de la comunicación. Inconformismo constantemente detestado. 

En cada desplazamiento puedo, en última instancia, observar los restos del mundo. Cada corto viaje lo utilizo en pos de comprobar lo que hemos sido, somos y seremos. Los ojos claros de aquel hombre anciano que me recordaba a Clint me miraban fijamente mientras escuchaba cómo su boca pronunciaba un duro “No, niña. Yo nunca me siento”. Le faltaba mascar y entrecerrar los ojos por la molestia de la presencia del sol... y la música de Ennio. En un atisbo de luz me pregunté si no estaría vacío, si cabría esperanza para poder marcar, de haberla, la diferencia entre nosotros. Normalmente no suele haberlas de no ser por la crítica subjetiva y personal, única de cada uno, quien las deja hacer notar, convenciéndose de su existencia. También es por culpa de lo tan promulgado como políticamente correcto. Sí, yo también lo creo: cuánto daño se ha hecho al mundo. 

No puedo quitarme de la cabeza las imágenes del espanto social. Amo, en detrimento del mundo mostrado por Stieglitz, los personajes de Arbus procedentes de la otra humanidad, los monstruos escondidos por lo considerado antiestético por el resto. No eran nada conscientes de los cambios que nos magnetizan en dos campos, en unos y otros, en ellos y nosotros, pero seguramente fuesen más humanos que tú y que yo. Por la magnetización dicotómica, la división y el divorcio, la separación del todo en partes que actúan como desconocidas entre sí. Y “los otros” ven igual a ellos al resto en su utópica visión del todo. Ojalá yo fuese un "otro". Dentro de lo dignamente esperanzador se puede decir que no será fácil en mi anónima curiosidad de buscar, husmear, desenterrar para finalmente conocer. Es un tramo final sin pérdida donde te encontrarás como yo, perdida al final del tramo. Llega el fin de mis alegaciones inconexas, que no dejarán de ser juzgadas por ustedes mismos; sé que a ti también te sienta mal este trato general e impersonal, dejémoslo en que no mereces lo que conlleva un trato íntimo.

Así que adelante, júzgame, pero júzgame bien; los ojos abiertos, la lengua cansada.

Texto: NOVIEMBRE 2009

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