Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

viernes, 24 de agosto de 2012

Simbiosis



Y amar el respirarte en el frío de la niebla de una noche atemporal, observando la poca distancia focal en la nitidez. El plano de cómo muero por tus ganas, de cómo hacemos simbiosis. Tú quieres utilizar la realidad como lectura ocasional, a mí me gusta que duerma en la mesilla de noche. Lo llamo lectura ligera. Observar. Volar de la vida para vivir en una baldosa. Te muerdo ese rizo frente al espejo, la piel suave de tus brazos vulnerable ante mi boca, observándome con el mismo y único ojo que la primera mañana en la que desperté en el enredo. Infinitos. Eternos los números octavos tumbados, tendidos. Primero inclinados levemente, con la suavidad de un soplido. Descansan derrumbados. El sueño, que me quiere poseer sin poder. Nadie, muchas preposiciones, tú. Te lo doy todo. Sin coma, sin pausa, sin puntos suspensivos. Sin palabras de más que lo destruyan. Sin finito. Vuelve a mí, a tu sofá. A tu cama de nudos sin parpadear. Si te digo que te amo, ¿puedo conservar los ojos? Cucharas abajo, me rindo. La gravedad me roba la sangre que me brota del costado izquierdo.

Dejo puntos suspensivos para reconocer el camino de vuelta a ti. Todavía te respiro en la muerte daliniana del tiempo derretido, que asciende y se purga, que se abandona con nosotros, que vuela en la incredulidad insaciable. La realidad, intangible. No hay aire para el siguiente aliento. Mueren los minutos en el deseo in crescendo del pentagrama de mi voz, que ansía la tuya. Paran los engranajes de mi espalda sin aceite para gritar la necesidad de tus dedos. La espiral del deseo de matar en los alientos que se muerden suavemente, y que se destrozan por amarse, es imperiosa. No hay sonido sin jazz, no ruido, ni silencio mudo. Somos una hache. Aparte, quietos. Sin prisa pero con afán. El anhelo, comiéndonos por dentro, roe la galleta compañera de un té virgen a la espera de la leche y el azúcar.

De cuando los días no viven ausentes, nada tiene sentido y todo es Dada. Mis palabras se marean en tu lectura inesperada. Ahora desnudos, para que sea más sencillo hacerme el amor en la sobrerrealidad de tu ducha sorprendida, de todos tus pensamientos prolíficos que no llegaron a emerger, de tus erecciones abandonadas, del azar sin brotar y el querer sin perecer. De lo amargo del olor de la ironía que te embriaga antes del café, floreciendo. Mi olor en tu lengua. Lo prefieres sin edulcorante. Con todas mis especias sobre tu cuerpo, sin faltarte sabor, ni valor, ni tambor en los oídos antiguos que no encienden el motor. Un toque de sal. En la maleta sólo un espejo, mis ojos y tu narcisismo precioso, perfecto, aliñado al gusto del espectador.

Texto: ENERO 2012  

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