Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

domingo, 26 de agosto de 2012

Palabras


A pies juntillas, con los dedos de puntillas, yo creo en ti. En el carisma de tu lengua, del fondo inexistente de tus ojos, del eco de tu tacto sobre mi piel, del retumbar de tus besos en mis pies. Los oídos son mudos ante tu silencio obtuso y claro que muerde mi pulso al ritmo de tus manos. Tus dedos, que gritan en mi pecho a la luz infinita de tu oscuridad inmensa presa entre mis piernas. Palabras que quieren y que intentan, que se quedan a las puertas. No van solas y no van tiesas, desayunan con fresas. En tus ondas, mis caderas. Palabras que se enredan, que se enroscan a mi espalda para dormir, que anidan en mi cuello cuando las destierras de tu lengua. Que me buscan y me encuentran al salir de tu cueva, cuando las liberas para mí. Así son tus palabras.
Un picnic es redundar en el color rojo del piso de abajo, con luces a nuestra espalda y un té frente a la lengua. Es drogarnos de nosotros mismos hasta desaparecer. Es todo cuando no es nunca demasiado, porque es nada, y demasiado es incontable, y no existe. 

“Sugerencias, ninguna. Súplicas, todas”. Durmiendo en tu piel se destapa una larga lista de distintos tipos de felicidad hipotética; mentalmente, de hoy, del momento, de mañana. De que el despertador no suene mañana. Junto a mis monedas, la piedra de tu bolsillo bosteza, se despereza, se calza sus botas rojas y se lanza al mundo. En el último disparo, la vida flota en la sobrerrealidad del abismo de tus ojos. Entre el primer y el último disparo, nunca hubo nadie como tú.


Texto: ENERO 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario