Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Al escondite inglés

Autorretrato, Madrid (Noviembre 2011)
Foto en Flickr de Lydia Khmer
Qué extraño lo sientes, el volver a este cuaderno; a esta casa. Los lugares, los sonidos, los olores, las voces, la gente. Gente, personas; todo es en plural. Qué extraño se te antoja escribir en estos casi dos meses sin hacerlo. No habías notado que deberías cortarte las uñas para que tus manos se amolden al bolígrafo tal y como a ti te gusta. Él tampoco está cómodo así. Escribir no es, por tantas razones, como montar en bici.
La bici, la ciudad. Todo diferente. Apenas te reconoces a ti misma. El whisky al lado de la ventana, y tan lejos. Sí, llueve también, pero no llueve igual. No huele igual, éste no es el olor de lluvia al que te acostumbraste estos meses. Sobre la bici todo olía mejor, todo más vivo. Olor a verde vivo; era el olor a vida. Era mucho más divertido caminar mirando al suelo jugando a distinguir una ramita de una lombriz al llegar a casa. Coges el papel y escribes sin sentido. Quizá prefieres esperar al Jabberwocky sentada en el sofá; el vaso vacío. No sabes por dónde empezar, y tus idearios nunca fueron grandes...
Casi dos meses. Vergüenza y tiempo. Hay algo peor que estar en un lugar desconocido y sentirse extraño: el sentirse igualmente extraño en un lugar perfectamente conocido, un lugar que te vio nacer y crecer, avanzar, aprender. Ya no recuerdas aquello; se te sigue antojando extraño. Se te figura desconocido. No reaccionas, tardas en pensar. Todo va estúpidamente lento. Aún no te acostumbras; se entremezclan los recuerdos, y las personas. ¿De veras quieres estar aquí? No has perdido tiempo, pero sí espacio. La interrelación te desconcierta, ergo... sí has perdido algo de tiempo, ¿o es tan sólo en tu imaginación? Por qué te cuesta tanto escribir... Es el momento, ahora puedes sacar todo lo que hablando no quiere salir. Temes tantas cosas... Es un mundo, un mundo ajeno y extraño. Las personas. No quiere salir. Con asombro hueles tu propia evolución. Puede que tampoco te conozcas y por eso no te puedas reconocer; que no es lo mismo que lo anterior. No quieres ser previsible, (mal) interpretable, pero te encanta este juego. Lo has jugado toda tu vida, a pesar de que se haya convertido en algo recriminable. Algo a enumerar en una lista. Palabras estúpidas. Lo que no te destruye, te construye; ¿y viceversa? Lo que hace ambas cosas... Palabras. No quiere salir. Tu vida deconstruida. Tu propia deconstrucción, de sabor insípido, sin capacidad de absorción en tu cuerpo y en tu mente. Tu cabeza, lugar inhóspito, sin capacidad de comprensión, de creencia en un surrealismo que te engulle tanto que no sabes cómo salir. Quién lo diría, o lo hubiera dicho. Stop. Review. Sigues sin entenderlo. Retrocedes, te arrepientes. Tarde. No puede, pero está muriendo por salir. No lo crees, te contradijiste para salvaros; no funcionó, sin darte cuenta.
Entiendes menos que nunca desde tu propia encriptación egoísta, ególatra, egocéntrica; que tiene más agujeros que un colador, uno bien oxidado que tan sólo deja pasar agua turbia, perturbada, corroída, insana, infectada, enferma, quemada, impura, corrosiva. Cómo fiarte de tu propia realidad. Tu realidad inocente allá arriba, en las nubes. En el fondo del vaso, un fondo inocente. La intención está muy infravalorada en los tiempos que corren. Te sientes como la intención, y no pinta bien. Craso error. Sólo quieres arreglarlo, visualizar tu vida con el modo espectador ON. Todo a través de una pantallita o una ventana, un pequeño retrovisor o una mirilla. Vuelves al otro lado de la puerta, al otro lado del espejo. Ya hemos tenido esta conversación antes. El ciclo se repite. No eres agradecida. Hace varios meses que tu humildad es invisible, y eso que hace poco oíste que eras una persona completamente transparente. O tú no lo eres, o no es capaz de ver muchas cosas de cuya existencia no te habla; no sabes por qué. Puede que no las vea, o que de veras no estén ahí. Cuánto tiempo hacía desde que no hablabas contigo misma sin pelos en la lengua, poniendo en duda tantas cosas para las que creías haber hecho un gran esfuerzo. Ahora todo se ha evaporado, visualmente no resulta gráfico. No se puede ver. Sigue sin poder salir, no hay fuerzas. Invisible.
Creías que te leía los ojos cada vez que le hablabas. Siempre han dicho más que tú, pero ahora dudas. No le has hablado alto y claro, cambio y corto. Eso creías, y estabas segura. Con lo bello de tener la mente en blanco juntos, descansando; la mirada tensa pero intensa. Sonriendo. Cuántas sonrisas de gratitud y dicha no habrá podido leer en ti; no lo entiendes. No recuerdas haberlo pensado nunca. Cuántos gestos de amor te cuesta a ti reconocer ahora frente a tus ojos. El tiempo no perdona. Estás impaciente y el tiempo no ha sabido perdonar. La impotencia podrida de demostrarte cómo eres te ha tragado, la frustración no te ha dado tregua. Te han comido; te sientes mermada. Cuidado con las corrientes marinas... El mar. Cuánto echas de menos el mar; caminar, pensar. Mojarte los pies sin querer entre las piedras, notar de repente una humedad fría. Tu bici de color lila mordido, con tanta vida y tantas heridas. Qué bueno era descansar de los pesos innecesarios en los cestos, negro y blanco, delante y detrás. Tris, tras. Notar cada piedra a menos de un centímetro de tus pies... Pararte en Wild Park diez o quince minutos antes de llegar a casa, y observar las nubes en el cielo de la tarde, tumbada al lado de la bici. Ir a la universidad atravesando el bosque de Stanmer Park. Ese carril en que el último día de esfuerzos en junio hiciste autostop sin respiración. Qué difícil es amar el presente sin olvidar el pasado, cuán inútil y cancerígeno es éste atornillado en el cerebro. De cuántas células muertas tienes que librarte de golpe. La piel sufre. El pasado sólo sirve para eso y para desarrollar la imaginación en el periodo hipotético pasado. Es hora de reencontrarse: lugares, personas, una misma. Busca nuevos espacios verdes. Retoma algo nuevo ya conocido por muy extraño que pueda sonar; tira los retales de antaño o decide reutilizarlos, pero decídete ya. Amas reciclar; adelante. Las distracciones mundanas de siempre que siguen sin llenarte, y tú siempre con la queja en la boca. Siempre masticando. Reconócete y explora, piensa bien qué quieres. Los terremotos e inundaciones en territorio propio siempre se te dieron bien; ya te echaban de menos. Abre los brazos... Quiere salir, no aguanta más. Supera la inexistencia de la felicidad no efímera y alza el vuelo; si no lo haces ahora... Las nubes te esperan con paciencia sin desgastar, de esa que tú debes aprender para valorar el tiempo. Para ignorarlo. Debes dejarlo salir. Es algo complejo, algo que viene tras la aceptación del espacio, unas veces real, otras irreal; pero que termina por aparecer, y ya lo estabas esperando escondida entre tus piernas.
Texto: NOVIEMBRE 2011

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