Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Soy vanguardia

Trocadéro, París (Julio 2010)
Definitivamente prefiero ser mujer, arquitectura expresionista, antes que pertenecer a y capitanear un grupo funcionalista y racionalista. La norma aburre. Hoy me siento vanguardia, hoy me gusto. Hoy soy pasional, soy instintiva, y desde hace tiempo comienzo a hablar de mí. Amo sentirme humana con todo lo que ello implica, sobre todo después de comprobar cómo la deshumanización tapona las arterias que poco a poco intentaban ahogar mi corazón. Como sé que me comprenderá quien responde al nombre del movimiento de una sonata. 
Brindo por la contaminación continua de mi sangre, por la ebullición in crescendo, por la inseguridad que me permite pensar con las neuronas más dormidas, y parecía difícil... Por la putrefacción de lo inservible, de lo indiferente, por lo brillante de los carnuzos, de los pianos, de los burros en descomposición del Madrid “residencial” de los años veinte. No dejo de pensar en ellos. Por la crítica feroz y descarnada entre conocidos. Por las ideas viejas que parecen de reciente cosecha. Por hombres perdidos que necesitaron de una mujer madura con más de diez años de experiencia por encima de ellos y de un bigote para convencerse de que eran alguien. Por quienes lo plasmaron en sus cartas, dentro o no de la ortografía daliniana; una ortografía, muy a su pesar, completamente anárquica. Por los sentimientos de valentía ajenos pero fuertes, prometedores, que hacer mirar el futuro con ganas. Con las ansias de siempre sin pudrir todavía, sin verse melladas. Las ganas recién horneadas a fuego lento en la cocina de los sabores de tus apetencias más exigentes.  
Texto: JUNIO 2010

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