Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

sábado, 3 de diciembre de 2011

En vela

Muradas, Ourense (Abril 2010)
En abril escribía para ti, para purgarte, para ayudarte a soltar, a vomitar, a dejar ir muchas cosas; meses después salió, logró salir por fin. La angustia que mimetiza mi carne y mi mente, que sufren contigo, que llegan a ser traspasados por tu dolor punzante, rompió la barrera de mi piel. Y acariciando tu espalda, tu cabeza, sosteniéndote con fuerza, así sufrí contigo y entendí más que nunca la extrañeza del lugar, de ti mismo, del entorno aún nuevo y tan viciado, tan diferente y tan raro que te hace replegarte en ti mismo. Es lo que hace detonar tu miedo.
Hace mucho tiempo, muchos años, pensaba que no sabía escuchar. Después me autoconvencí, contigo y con el tiempo, de que no sabía hablar y de que, para aprender, debía primero aprender a escuchar. Tú también necesitabas aprender a hablar de algunas cosas ancladas en tu corazón tan puro antes de permitirlas oxidarlo. Todos necesitamos aprender. Mis oídos son eternamente tuyos, nunca pensé que podría amar a un muñeco de arena que, devorado por la intensidad de las olas del mar, te trajo hacia mí.  
Texto: DICIEMBRE 2010

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